Presenciar el proceso creativo de un proyecto desde una buena butaca de platea es una experiencia emocionante. Y digo proceso porque existe la creencia generalizada de que las ideas fluyen en estado final en un solo instante decisivo. Pero por lo que puedo observar desde mi butaca - y son ya unas cuantas funciones – se trata de diferentes etapas, que no siempre suman, que a veces quedan pulverizadas por la siguiente idea, pero sin duda todas ellas conducen a la meta.
A veces es divertido, a veces sorprendente y otras frustrante. Los bocetos tratan de satisfacer una idea final que no conocen, ni siquiera la conoce la proyectista. Solo sabe que cuando se presente la reconocerá como definitiva.
Como en un juego, las pistas se esconden en sitios inesperados y pequeñas señales provocan grandes detonaciones creativas.
En la reforma de este apartamento de El Retiro en Madrid, ocurrió varias veces ante mis ojos.
Una de las primeras señales fue la lámpara IKEA 365+ BRASA, porque estaba ya en la cocina antes de la reforma, un espacio triste y oscuro. Y de su rojo intenso se contagiaron las baldosas en damero y las paredes. Nunca una lámpara de plástico de 39,99€ impuso su criterio de esa manera.
Luego vinieron las lámparas danesas de la entrada y el comedor, de Normann Copenhagen, que se presentaron solas en una tienda de diseño a 600 km. del apartamento.
Para terminar, en el segundo dormitorio “se sabía” que colgarían unas lámparas a los lados de la cama. ¿Pero cuáles?
Tiempo atrás habíamos visitado varias tiendas mid-century en Madrid, entre ellas La Recova en el Rastro. La pista se escondía en una foto que habíamos hecho en aquella ocasión, y en una estantería al fondo aparecían dos lámparas de metacrilato bicolor, de mediados de siglo. La arquitecta recordó la foto y las lámparas. De origen francés, hubo que adaptar la parte eléctrica pero allí están funcionando. Eran ésas, solo había que esperar que aparecieran.
El resto lo cuenta mejor María en su web, Arquifactoría.
2018 ©Andrés Irrazábal